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Consciencia

Todo sería mejor, nada sería tan malo, y muchos “problemas” simplemente se esfumarían si aplicáramos más consciencia en nuestra vida.
En principio el ser consciente, puede parecer difícil para muchos, pero debería ser natural ya que está en nuestra esencia serlo.
El acto consciente en sí debería surgir por sí solo si nuestra mente no está divagando por ahí.

Ya sabemos que la mente, principalmente la mente moderna, oscila entre pasado y futuro, desestimando el invaluable presente. Pero si estuviéramos arraigados y atentos al presente, al aquí y al ahora, la consciencia surgiría. Pero claro, eso que se dice o se escribe tan fácilmente, no resulta tan sencillo llevarlo a la práctica.

Por alguna razón, o muchas mejor dicho, las personas hoy en día vivimos prácticamente en la mente. En lo artificial, en lo mundano, en lo carente de esencia. Y muchas veces sumidos y preocupados por las apariencias, por el conseguir más, el desear en ocasiones de forma compulsiva, nos olvidamos de “ser”. El acto de ser, no ocurre, no se planea ni organiza en la mente como todo lo demás. No. Si no que surge del interior. No hay que hacer nada. Es lo más natural del mundo. O debería serlo.

Pero ese no hacer nada, también implica la no actividad mental. Es decir que para que una acción nazca desde la consciencia, debería haber silencio en nuestra mente. El bullicio mental dificulta e impide el surgimiento de la consciencia. Allí radica la mayor dificultad para ser o desarrollar la conciencia en la vida diaria. El constante y creciente pensamiento compulsivo.

¿Qué hacer? Bueno, evidentemente casi no sabemos lo que es el estado de no pensamiento ya que el exceso del mismo está en el ADN de la sociedad actual, pero podemos intentar de a poco disminuir la actividad mental y así tomar más consciencia de nuestros actos. Citando un ejemplo, creo que fue Osho, quien expresó que hay dos maneras de tocarse la frente con un dedo; podemos rápidamente llevar nuestra mano hacia nuestro rostro e ir estirando un dedo en el camino hasta chocar con la frente. O también podríamos; tomar conciencia de nuestro cuerpo en su totalidad, ayudándonos con una lenta y profunda respiración, y llevar la consciencia a nuestro brazo, sentirlo. E iniciar un movimiento lento y consciente que surge desde el interior. A medida que el brazo se desplaza, sentimos su energía, sentimos su vibración; está vivo, es una parte de nuestro cuerpo.

A escasos centímetros de nuestra frente, percibimos el calorcito que emana nuestra mano. Si quisiéramos podríamos visualizar el encuentro y la unificación del campo energético de nuestra mano y de nuestra frente hasta que se unen físicamente y sentimos el cálido y amoroso contacto. A simple vista, las dos maneras de tocarse la frente, podrían no haber sido muy diferentes una de otra para un espectador. Sin embargo, la primera fue casi una reacción y la segunda fue una acción total, pura y presente. Para ejercitar la práctica podemos aplicar conciencia a actividades o quehaceres cotidianos, como ejemplifica Eckhart Tolle, al lavarse las manos y la cara por las mañanas; sentir profundamente la frescura y pureza del agua al tomar contacto con nuestra piel, tomar consciencia de su temperatura, la textura y aroma del jabón, el tacto y perfume de la toalla. Dejarnos envolver y llevar por esas sensaciones que activan nuestros sentidos.

Al convertirnos en testigos y observar con profunda y devota atención todos éstos detalles, los pensamientos cesan. Es decir: si hay consciencia plena no hay pensamientos. Y si no hay pensamientos, aunque sea por unos segundos, hay bienestar, hay dicha y alegría. Nos sumergimos en el mismísimo presente. También podríamos practicar la aplicación de conciencia por ejemplo al subir una escalera; lentamente, advirtiendo cada pequeño movimiento que ejerce nuestro cuerpo. Siempre acompañado con la respiración. Sentimos como se preparan y contraen ligeramente los músculos de la pierna al ascender, hasta que la planta del pie encuentra el primer escalón. Y contraemos y flexionamos nuevamente con la otra pierna para otro ascenso. Notamos y somos conscientes del movimiento de nuestra cadera y sentimos como articulan nuestras vertebras en la cintura baja. Percibimos el nacimiento de la acción desde su intención, desde muy adentro.

No quiero decir que intentemos esto todo el tiempo como un buda, porque nuestras rutinas no lo permitirían. Al menos no al principio. Pero sería muy saludable repetirlo en distintas y pequeñas actividades diarias como para ir cultivando el acto de actuar desde la consciencia.
Un buen masaje o un masaje con Reiki te ayudan a tomar consciencia de tu cuerpo. Y si te dejas llevar tomarás consciencia también de tu ser.

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